No sería la primera vez que comparamos la travesía de un velero con la vida misma, sin embargo, pocas veces como ahora esta comparación resulta toda una coincidencia.
Cualquier intento de planeación, prospectiva y anticipación se queda corto ante la incertidumbre de un mundo complejo que cada día sorprende con nuevos ingredientes que retan la propia existencia y las formas sostenidas de organización que creímos haber consolidado a través del tiempo.
Sin embargo, la nuestra no deja de ser siempre una travesía y por eso imaginarnos al frente de nuestro propio barco o como miembros de una tripulación, siempre será un buen ejercicio que nos permita aproximarnos a una realidad cada vez más incierta y por lo mismo retadora. Los siguientes son algunos de los mitos con que podemos llegar a encontrarnos cuando “navegamos” por un mar infinito de posibilidades.
- El velero más robusto soporta más tempestades. Sin embargo, también las estructuras extremadamente rígidas le restan movilidad y flexibilidad a la embarcación. Hay elementos de nuestra travesía que no serán negociables ni modificables, como el propósito empresarial, el para qué de nuestra travesía, el destino que nos impulsa a mantenernos a flote y navegando sostenidamente. Sin embargo, habrá otros aspectos que requieren ser ajustados, repensados, reorientados, para que a la manera de una vela, puedan ajustarse a la dirección del viento, contraerse ante las tempestades y desplegarse ante los días de mejor tiempo.
- La tripulación con más conocimiento y preparación resuelve mayores dificultades. El conocimiento y el entrenamiento de nuestra tripulación sin duda tiene mucho valor, pero habrá momentos en los que se pondrá a prueba su capacidad de tomar decisiones difíciles, de gestionar sus emociones a favor de un trabajo en equipo más eficiente, de cuestionarse, proponer e innovar para asegurar la integridad de la nave y el propósito que los inspira. La mejor tripulación posee un “banco” de competencia técnicas y humanas, duras y blandas, que le permitirán pensar, emocionarse y actuar para lograr los resultados que los acerquen cada vez más al propósito de la organización.
- El capitán más enérgico logra que sus órdenes se acaten. En algún momento, la autoridad y el control podrían parecer una apuesta segura para el propósito de la travesía, pero será una alternativa temeraria que a corto plazo limitará el compromiso y la acción de la tripulación. Una travesía productiva y sostenible en el tiempo requiere de un líder que inspire, convoque, empodere y retroalimente a su tripulación en cada una de las jornadas que se emprenda. El capitán para nuestra embarcación acompaña, orienta y se implica en el logro del propósito empresarial.
- Prepararse para todo sin importar el destino. ¿Cuánto de nuestro esfuerzo organizacional y personal destinamos a anticiparnos a todos los escenarios posibles, con la certeza de poder salvar todos los obstáculos que encontremos en el camino? Lo único cierto es que siempre habrá situaciones no previstas que pondrán a prueba toda nuestra capacidad de aceptación, adaptación y resiliencia. Al pretender tener el control de todas las variables, corremos el riesgo de quedar atrapados en un estado de alerta permanente que limita la acción y paraliza la innovación.
“No sería la primera vez que comparamos la
travesía de un velero con la vida misma, sin
embargo, pocas veces como ahora esta
comparación resulta toda una coincidencia”.