¿Qué clase de líder soy?

Sin importar el cargo, el área, o la actividad que desempeñemos todos somos líderes, cada cual a su nivel, generando o no resultados. Valdría la pena preguntarnos ¿Qué clase de líder soy y de qué tamaño son mis resultados?

Empecemos mirando el líder transaccional, ese que se ha establecido tradicionalmente en las empresas, que basan su liderazgo en premios y castigos, que se enfoca en la rentabilidad, que ejerce una influencia económica en las personas y ellas colaboran esperando una recompensa. 

Este líder se limita a dar órdenes, a controlar la tarea, a evaluar a sus colaboradores por la cantidad de errores, haciendo que el trabajador pierda autonomía, tenga una actitud reactiva, su talento se vuelva dependiente y sus resultados sean mínimos. Esto además afecta  el vínculo que une a los trabajadores con la organización, lo que lleva a cuestionar su compromiso con los objetivos de la empresa y a limitar la generación de conocimiento y sus propias posibilidades de desarrollo.

Este estilo de liderazgo estanca a las empresas, llevándolas a un estado de inercia organizacional, caracterizado por la incapacidad de afrontar cambios debido a la excesiva subordinación existente. 

El líder que se requiere hoy para enfrentar estos tiempos de cambio constante e incertidumbre, es el que crea una relación de influencia personal, que mueve al colaborador a buscar no solo la retribución, sino el reto, a sentirse atraído por el trabajo, porque aprende y busca, a través de una labor bien hecha, satisfacer necesidades reales de personas, colectivos o de la sociedad en general. 

Para abordar las circunstancias actuales se necesita un líder que construya de manera participativa un propósito común y que pueda traducirlo en unos objetivos comunes para todos en la organización.

En este estilo de liderazgo la rentabilidad también es indispensable, porque sin ella no se pueden perseguir otros objetivos ni hacer sostenible la empresa, aquí lo valioso es que el líder sabe que el propósito es la fuerza que impulsa a todos los miembros de la organización a colaborar para lograr esa rentabilidad.

Se le conoce como líder trascendente porque inspira a las personas y logra que se sientan atraídos a la acción por considerarla útil, así desarrolla un talento interdependiente, es decir, personas autónomas preocupadas por el resultado del equipo. 

La acción de este líder está encaminada a producir mejoras en la organización y en esa vía los resultados obtenidos son los máximos esperados. Para evaluar a su equipo ya no se basa en el error, o el cumplimiento de tareas, sino que mide cuál ha sido la contribución para la sociedad y el desarrollo alcanzado en las personas.

Las empresas necesitan líderes capaces de comprometerse con resultados inéditos, sin precedentes, pero para conseguirlos el líder requiere sumar el poder, las habilidades, las capacidades y las relaciones de otros, construir una comunidad en la que desarrolle no solo aliados, equipos, pares, mentores, sino que les permita sentir y compartir el para qué están juntos.

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