¿Han caminado hacia atrás?, ¿han tenido esa sensación de mirar a su alrededor el camino desandado?, los sitios ya recorridos y las huellas que habían dejado? Si no lo han hecho, dénse la oportunidad, pero con la mirada atenta, permitiéndose detenerse en aquello que les causó curiosidad, incertidumbre o alegría. Porque precisamente eso que les llamó más la atención, que trajo a su mente recuerdos y emociones, es lo que podríamos asimilar a los resultados. Si. Un logro, un aprendizaje, una ganancia, una equivocación, un buen recuerdo, una gratificante experiencia.
El resultado puede ser lo que obtenemos cuando tomamos la elección de actuar, de hacer parte de algo y de ir en su búsqueda, es lo que encontramos al culminar alguno de los muchos caminos que hemos de emprender a lo largo de nuestra vida. Por eso cuando tomamos la elección de no hacer nada, también habrá un resultado, pero de esa, sobre la que no imprimimos ningún esfuerzo o iniciativa, tendremos que hacerle frente, de igual manera, a sus consecuencias.
El entorno empresarial tiene en su mira los resultados. Y lo hace porque en ellos recae un importante indicador de su gestión, porque cada resultado trae consigo una historia de personas, procesos, recursos y decisiones ejecutados en función de unos objetivos de productividad y de crecimiento que aseguren su permanencia en el tiempo.
De ahí la importancia de contar, uno, con un propósito empresarial que permita conectar todo el esfuerzo organizacional con los resultados obtenidos y dos, con un estilo de liderazgo que empodere, articule y retroalimente el desempeño de cada uno de los colaboradores.
Estas dos condiciones: propósito y liderazgo inspirador, crean el marco de acción para que cada persona que hace parte de la organización tome la responsabilidad, la elección de implicarse en el proyecto empresarial, que le permita poner a jugar sus competencias y emociones en un propósito que lo impulsa, motiva y da sentido al logro de los resultados
Esta mirada a los resultados reconoce la importancia de los indicadores, desde luego, pero invita a integrarlos a toda la dinámica organizacional y al propio compromiso individual. Esta integración requiere la construcción colectiva de un propósito, el para qué; la definición clara y medible de unos objetivos, el cómo lo hacemos; y la formulación de unos resultados retadores y alcanzables, el qué hacemos.