El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas. (William George Ward)

Una frase escrita en el siglo XIX nos sirve como referente para nuestra realidad hoy. Y es que ni siquiera los más antiguos baby boomers de cualquier empresa recordarán una situación de quiebre colectivo tan compleja como la generada por la pandemia. Las empresas tratan de resistir a duras penas estos cambios, las más vulnerables ya no existen, pero las más afortunadas resisten el colapso económico.

¿Y en este escenario hay que provocar cambios? La respuesta es un rotundo sí, pues no es suficiente adaptarse, que sería tanto como resignarse, que significa sobrevivir; es necesario evolucionar que significa transformar, progresar, crecer y crear valor.

Los nuevos líderes necesitan tener habilidades diferentes a los de generaciones anteriores.  El nuevo líder inspira con un propósito, sabe dirigir equipos colaborativos, mantiene la conexión, motivación y compromiso, y promueve una cultura de innovación para mejorar los resultados y la permanencia del negocio.

Hay clara evidencia de la relación que existe entre el liderazgo y el comportamiento de las personas, con la supervivencia de la empresa, su rentabilidad, productividad y la percepción de la calidad en servicios y productos.

De ahí la importancia de detenerse en aquello que hace la diferencia en las organizaciones, la gestión del talento humano y lo haremos desde cuatro ejes que fundamentan nuestro modelo de intervención y con el que le apostamos a la transformación de las personas y las organizaciones.

El primero de ellos es el Propósito. Si el líder tiene un claro sentido del trabajo, este se contagia a sus colaboradores y si no lo tiene… también, dando al traste con el interés de articular el proyecto de vida con el propósito de la organización. Las empresas con una cultura basada en el sentido de  propósito están más propensas a evolucionar que las que no. 

El propósito toma vida en la acción, en los hechos. Por esta razón un segundo eje da relieve a la Colaboración. El éxito de un equipo depende de la conexión y sinergia de sus integrantes, de esas realidades sociales, de cómo gestionan las emociones para realzar su potencial como equipo. Quienes integran el equipo deben colaborar y comprometerse para dar un paso adelante en el aprendizaje colectivo, que sin duda redundará en más y mejores resultados.

Esta visión de equipos colaborativos nos lleva tercer al eje, el Talento. El reconocimiento del saber como activo intangible que se encuentra en las personas y es la fuente más importante en la generación de valor y de estrategias que lleven a las empresas a ser más competitivas, que entre otras cosas, demanda del líder habilidades para orientar y acompañar, para retroalimentar en tiempo real su desempeño.

Finalmente, pero no menos importante está el eje de los Resultados, ese momento de verdad que permite ver cuál ha sido la contribución a los clientes y a la sociedad en la que la compañía está inmersa, así como la contribución al desarrollo de los miembros de la empresa.  En otras palabras, cuando se evalúa, lo que realmente se está haciendo es dar vida al propósito empresarial y por ende sentido al trabajo, a la capacidad creativa, al compromiso de cada una de las personas de la organización.

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