Les quiero compartir una aproximación a las emociones desde espacios relacionales, “de la piel hacia afuera”, que escuché en una charla sobre tonos emocionales de Fernando Sáenz Ford, coach argentino, cofundador de Coaching Global.
Los invito a que se permitan leer con curiosidad y desapego esta particular versión de las emociones propuesta por Sáenz Ford, y que hoy les traigo desde mi interpretación. Tal vez le encuentren algún sentido, si no, por lo menos se dieron la oportunidad de conocer algo distinto, sin que eso necesariamente sea verdad.
Para Sáenz Ford las emociones son como la música que acompaña una película, unas veces rápida, otras lenta, misteriosa, dulce, romántica, fuerte, etc, siempre aportando a la narrativa. “Si cambiamos la música, cambiamos el significado”, por ejemplo, si a una escena de terror, le ponemos una música graciosa, la escena cambia su significado original y puede parecer una parodia.
Cada vez que entablamos conversaciones, con nosotros mismo o con otros, lo que define el carácter de la conversación, más allá del mensaje, es el mundo emocional que la envuelve, la emoción sería como la música.
Por eso hoy miraremos algunas emociones desde la manera como nos relacionamos con las situaciones, distinguiendo cuál es el compromiso que se despliega o que sostiene cada emoción.
Por ejemplo en la culpa, estoy comprometido con compensar un daño que creo que causé. Siento culpa cuando pienso que soy el artífice de lo que sucedió, entonces necesito dañarme para compensar eso que causé. La culpa es egocéntrica, porque asumo que soy la causa, pero no hago nada para resolverlo. La culpa no es una emoción natural del ser humano, (los niños no sienten culpa) ésta ocurre cuando entra en juego la moralidad.
En la tristeza hay algo que valoro y tiene significado para mi, pero perdí ese algo y me duele. En la tristeza el ser que soy se puede destruir, o el ser que soy es más pequeño o se empequeñece frente a cierta situación. Cuando estoy en la tristeza mi compromiso es con el sentido y el significado de la vida.
Si tomo responsabilidad sobre mi tristeza, si la reflexiono, si hago un ritual sobre lo que perdí, la tristeza se convierte en un estado en el que valoro y siento el significado de la vida, si no la gestiono se puede convertir en melancolía, y allí es como si algo dentro de mi se estuviera apagando, el compromiso en la melancolía está con no desear, con evitar el sentir, con no estar.
Ahora miremos el apego, según Sáenz Ford, es un miedo profundo a dejar de SER, y por lo tanto necesito CONTROLAR todas las variables. Desde el apego no diferencio mi SER de mi hacer, de mi saber o de mi tener, entonces soy lo que hago?, o soy lo que se? o soy lo que tengo?. Imaginen que no diferencio mi SER del “ser mamá” y me apego a ese ser mamá, entonces cuando me defino como algo (ser mamá) le quito esa posibilidad intrínseca que hay en el SER: esa grandeza que no puede ser reducida a una definición.
Si, por ejemplo, defino mi SER por mis resultados, estoy desde la exigencia, y desde ahí estoy comprometido con lo que falta. En la AUTOEXIGENCIA estoy comprometido con la insatisfacción, con estar mirando lo que no hay, donde no llegué.
En el caso del miedo, el compromiso está con distinguir amenazas y con protegernos. Para salir del miedo hay que abrazarlo, no rechazarlo, no luchar contra él. El miedo es importante, porque sin miedo saltaríamos al vacío sin protección, cruzaríamos el semáforo en rojo, nos acercaríamos al peligro sin notarlo.
Cuando el miedo aparece en una situación en particular, tal vez lo hace para proteger una versión más pequeña de nosotros, y desde esa versión las amenazas se ven aún más grandes. Si lográramos vernos en nuestra real dimensión, como somos actualmente, el miedo disminuiría, veríamos menos amenazas e incluso más pequeñas.
¿Cómo conectarnos con nuestra mejor versión?
Al afrontar las situaciones siempre lo hacemos desde dos versiones que conviven en nosotros: el Yo (I) grande y el Yo (i) pequeño. A veces nos sentimos abrumados con algo (o una situación), y es porque lo abordamos desde nuestro yo pequeño, en otras circunstancias simplemente fluimos, porque las enfrentamos desde el Yo grande. Esta teoría de Jim Selman, dice que el yo grande suma poder y capacidad de acción, mientras que el yo pequeño resta poder.
Un camino para conectar con mi Yo grande (con mi grandeza, con mi mejor versión), es amarme, creer en mi yo grande y al tiempo poder aceptar mi propia pequeñez, abrazar a mi yo pequeño y saber que ha estado ahí para cuidarnos.
Según Sáenz Ford: “los seres humanos nos despertamos a un nuevo nivel de consciencia cuando nos liberamos de estados emocionales que se vuelven patrones”.
Ahora quisiera invitarlos a responderse: ¿Desde cuál YO, el grande o el pequeño, están abordando las situaciones que les trae la vida? Qué sería diferente en sus vidas si logran conectarse con su yo grande, y si se permiten fluir desde ahí? ¿Qué pasaría con sus miedos, con su exigencia, con sus apegos, con su tristeza?
*Gracias Fernando Sáenz por sus enseñanzas, por sus teorías, por todo el saber que nos comparte… espero haber transmitido sin mucha interferencia -desde mi interpretación- la esencia de su teoría.